La tranquilidad es el resultado de una mente liberada, que no es afectada por las circunstancias exteriores. Cuando la tranquilidad es la base firme, hagamos lo que hagamos, pase lo que pase, nada nos puede afectar, nada puede modificar ese estado íntimo de ánimo dichoso. En ningún modo hablamos de un estado superficial, prefabricado, sino de una desembocadura hacia lo que somos, hacia ese océano pleno y pacífico que es el encuentro con el Ser. Ahí ya todo es, somos, efectivamente el Todo, y esa conciencia, la nuestra propia, tal llegada al origen que siempre nos ha acompañado, supone un reencuentro fundamental con la raíz básica del árbol de la vida, aquel que crece y da frutos por sí solo, por el mero hecho de estar vivo, enraizado a su fuente. Esta es la dicha que nos es dada, tranquilidad genuina, felicidad suprema de la conciencia de ser. Esta es la dicha total del ser consciente. Del sentirse vivo y uno con la Vida plena.