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La paz de la presencia

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  La presencia silenciosa es un bálsamo sanador que disuelve la identificación compulsiva con los pensamientos. Si hay presencia plena, hay este instante siendo en ti, en la conciencia.  Este instante lo llena todo, la aparición del mundo, momento a momento, sin un hacedor, desde una receptividad clara y nítida, te acoge en un silencio contemplativo de paz profunda.  En este silencio no hay esfuerzo por hacer o dejar de hacer, por pensar o no pensar, simplemente eres llenado en la profunda apertura de la presencia.  Lo visto, lo escuchado, las sensaciones… son acogidas sin rechazo, espontáneamente, en total apertura.  Abrirse a la presencia te ubica en un silencio consciente clarificador.  Las sombras que proyecta la mente se disipan y solo queda la luz del ser, de solo ser, en el silencio del corazón.

Este instante

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Este instante siempre nos muestra de lleno nuestra naturaleza real. Totalmente limpio, callado y genuino. Este instante, antes de que el pensamiento aparezca, es el sustrato de todo. En él no hay nadie ni nada aparte, ninguna separación, ninguna brecha o fisura. Todo es Uno. Y esa es la verdad siempre.

Visión

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Presencia es lo que aparece en el momento presente sin que haya nadie que lo reclame. Solamente hay visión. ¿Quién ve? ¿Qué es visto? Las palabras no pueden definirlo ni atraparlo. Solo la visión es uno con lo que ve al igual que el agua es una con el océano. En cuanto hay separación hay dualidad. ¿Y quién puede generar qué dualidad cuando no hay nadie que vea? ¿Quién puede diferenciar entre el que ve y lo visto sin dejar de ser visión, sin dejar de estar presente? Este es el único instante que puede ser visto y a la vez que nadie vio. 

Realidad no dual

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No puede haber ego sin atención. Pero puede haber atención sin ego. Esto último es el estado de meditación, la mente clara y pura. Esta es la naturaleza de la mente -o mejor dicho, de la no mente- del Buda. Solo esa mente -no dependiente de la realidad egótica y condicionada- puede acceder a la dicha, a la armonía verdadera, a la paz genuina que brota del interior, pues para que el sol resplandezca las nubes han de apartarse.   La atención natural -antes de que el pensamiento aparezca- es la puerta a la realidad de la conciencia pura. Cuando esta realidad se va haciendo más evidente, más presente en nosotros, vivimos espontáneamente la libertad de ser en conexión profunda con lo que verdaderamente somos: presencia y paz momento a momento, en un presente sin tiempo, abrazando con apertura amorosa cada instante, sin luchas ni resistencias, sin temores o expectativas, simplemente entregados al ahora, sin querer apropiarnos de él, fluyendo con él, con este sueño misterioso que es existir,

Instante

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Instante  Agua que recorre mi piel Respiro  El sol amaneciendo  En mi imperturbable soledad  Soy éter de luz  Enigma del ahora  Sin nombre  En el bosque me reconozco Encuentro mi nombre  Sin nombre  No soy  Me llamo nadie Me llamo enigma Me llamo sueño Luz  Vida  Silencio  Silencio eterno  Una voz que calla  Y es música  Un cuerpo que flota  Y es rastro  Del misterio  Soy lo que no puede ser nombrado  Soy la voz que duerme  En el sereno brotar  Del arroyo  Soy el no nacido  Que sin ser toma conciencia  Y guarda silencio  Como luz tenue  Que inaugura el sereno comienzo  Del sueño profundo  Donde no soy  Y el no saber  Me alcanza  Y me abraza  Por siempre 

Meditación, conciencia y pensamiento

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No necesitas pensar para respirar, para sentir, para escuchar el agua de la lluvia, para oler una flor, para amar.  No necesitas pensar para contemplar un atardecer, para pasear por un bosque. No necesitas pensar para ser, para existir aquí y ahora, para escuchar el silencio que brota en la no mente. Cuando no hay pensamiento y respiras, no hay alguien que se observa respirando, solo hay respirar. El pensamiento crea la idea de un yo que hace “cosas”. Pero el ser está más allá de un sujeto-objeto, de un alguien… El ser no se puede limitar. El pensamiento es una composición de significados. Significados que están enmarcados en una palabra. Son símbolos que representan la realidad. Pero la realidad no es el pensamiento. Es más, el pensamiento altera y nos aleja de la realidad. La realidad puede ser presenciada, sin más, en la pura conciencia atenta antes del pensamiento. Ahí se encuentra el espacio de la meditación, en la conciencia sin nombre ni forma, no alterada por un yo separado del

Plenitud del vacío

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  Cuando la mente se rinde,   y ya no busca nada  a lo que asirse constantemente, experimenta el gozo del silencio,  descansa en él sin nada más  que quiera alcanzar.  Y ahí, rendida pero victoriosa,  encuentra al fin su plenitud.

ENTRADAS AL AZAR