Habitar el ahora



La vida no ocurre en otro lugar ni en otro momento: sucede aquí, justo donde estás. La mente corre, planifica, teme y recuerda, pero el cuerpo siempre está presente, fiel testigo del instante. Al regresar a los sentidos, al simple acto de respirar o escuchar con atención, recuperamos el asombro y la claridad que creíamos perdidos. En lo cotidiano se esconde lo sagrado, y en la quietud, la sabiduría. Habitar el ahora es un regreso a casa: el único lugar donde podemos verdaderamente ver, comprender, sanar… y ser.


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El presente, el único momento real, es continuamente ignorado. Vivir verdaderamente significa habitar este instante, no como un esfuerzo, sino como un estado de dicha y ofrenda al ahora, como una entrega amorosa.

La presencia no se alcanza a través de la voluntad, sino a través de la rendición. Estar aquí, ahora, significa dejar de lado el juicio, abandonar la mente que siempre analiza, compara y teme. La atención plena, entonces, no es otra cosa que un estado de presencia serena: ver sin nombrar, sentir sin interpretar, ser sin esfuerzo.

La meditación no es una práctica que se realiza; es un arte de ser. No se trata de luchar contra los pensamientos, sino de observarlos como se observa un río fluir. No interfieras. No juzgues. Permanece simplemente como testigo. Entonces, una distancia surge naturalmente: los pensamientos siguen su curso pero tú ya no eres parte de ellos, y se disuelven en un océano de silencio gozoso.

El momento presente es la puerta secreta. Cada respiración, cada latido, cada sensación es una invitación a entrar, a presenciar este instante tal y como es. No busques nada más: este mismo instante contiene todos los secretos de la existencia.

Observa la dicha y la paz brotando en esta presencia plena. Deja que el ahora te posea, y descubrirás que tú mismo has desaparecido: solo queda la vida misma, vasta, infinita, radiante.

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