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Mostrando entradas de noviembre, 2010

Luz de la conciencia

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Meditar es encender la luz de la conciencia, arribar a la claridad del ser y a la verdad de aquello que somos. Accedemos al principio de todo, al origen y a la esencia de la vida. Cada instante de meditación es el comienzo del comenzar, la contemplación del aire en el alma, del aire en el ahora, del amor. Meditar significa un fundirse en el espacio de la totalidad, en la gracia de lo amplio, en la gracia de lo eterno. Lo que acontece no puede narrarse ni describirse por medio del lenguaje; acontece un océano sin tiempo, una dicha profunda bañada por el aroma de lo cierto. Tiene lugar el encuentro, el regreso al hogar verdadero. Tiene lugar la entrega al Ser, el ofrecimiento de la parte a su todo inconmensurable, donde el alma -en su realidad de unión inseparable- es el origen sin fin de la bienaventuranza, la compasión y la felicidad que deviene de Ser Uno con la luz de la conciencia y el amor.

Siempre tú

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Sucedió que la luz estaba en el mundo los ojos de alguien se encendieron y vio creado el cielo y los mares la espuma sobre las piedras y la sombra bajo la noche desplegada Sucedió que era aliento lo que hablaba latido el paso de sus sueños esencia la raíz envuelta de sus giros Cambiaba la voz al ser deseo vigía de sus satélites cercados agua de sus senderos embebida Toda la noche fue redimida al verte ser luz de tus tinieblas Saliste del dolor, amada mía cruzando las brisas despertando, amaneciendo Te amé por los mil nombres que tuviste y aún te quiero, voz de mi silencio silencio de mis voces Amé al amor, a tu rostro de infinitos a tu juego de escondite y reencuentro de olvido y bíblico recuerdo En el agua del Ganges o en el aroma del incienso en la claridad de un destino o en los ojos del águila distante En todo y en ti siempre en ti mi corazón se ha inclinado incesante Ver poema en vídeo, con música y fotos:

La visión interior

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La meditación, en primer término, supone un proceso de purificación o eliminación de los obstáculos que impiden al ser mostrarse a sí mismo, siendo luego el trabajo un trascender los límites del pensamiento para conectar con lo Absoluto, Sí-Mismo, No Dualidad o Ser no condicionado. Es la entrada a la visión interior, el acceso a “formas” interiores que corresponden a otro espacio y a otro tiempo distinto al que captamos ordinariamente, el otro espacio es el infinito y el otro tiempo es la eternidad. ¿Y cómo la mente puede alcanzar ese estado tan extraordinario? Porque deja de ser mente al reconocerse como conciencia. A partir de ahí se va hacia dentro, y ya no es la mente la que se reconoce como conciencia, sino la propia conciencia ante sí misma. Ese es el primer proceso de evolución de la conciencia, el reconocimiento de una identidad mucho mayor que el “yo”, la del ser; después se inicia un ir hacia dentro que revierte el proceso en desidentificación, esto es, ocurre la liberación d

Meditación trascendental

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Es trascendental aquello que va más allá de la medida. En la vivencia espiritual la escala pronto deja de tener sentido pues se trasciende todo sentido de medir lo que en sí mismo ya es altura sin límite: la entrada a la conciencia. Trascender deriva de trans-scandere : “más allá de la escala”. La mente fija patrones trazados de medición ( meditar deriva de medir ) y el hecho trascendental consiste precisamente en el abandono de esa lógica establecida de los hechos. Por tanto, aunque meditar derive de medir ciertamente hablamos de desmedir , de soltar, de ampliarse continuamente fuera de toda medición previa, dejando que la realidad sea lo que tenga que ser. Wittgenstein ya dedujo que el propio sujeto era el hecho trascendental y místico, al no hallar otra forma “lógica” de definirlo.

La libertad de meditar

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Meditar implica abrazar la libertad, igual que si abrazáramos el aire, supone ser uno con el todo, ser capaces de ser sin partir o ir hacia un fin en particular, ser solamente por el hecho de ser, vivir solamente por el hecho de vivir. Sin nada a cuestas, sin el peso del pasado o del futuro, la presencia del ahora es el hecho de la libertad. No hay nada que buscar para el hallazgo de la totalidad, entonces, el buscador comprende que él mismo era el esfuerzo de la búsqueda, la energía que miraba constantemente hacia fuera en busca de algo se estabiliza en sí misma al ver claramente el motivo, la razón, de su búsqueda: uno mismo. Y en esa toma de conciencia, natural y espontánea, uno ya ha encontrado lo que buscaba y queda, por tanto, liberado de toda búsqueda.

La búsqueda callada

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Buscar, por medio de la mente, es una cuestión de discurso y -como tal- éste se mantiene cerrado en sus propias significaciones e interpretaciones, en sus propias creencias y búsqueda de resultados condicionados por la lógica de su discurrir. Pero existe una búsqueda que va más allá de la mente: la búsqueda callada. Aquella que toma el sendero del silencio para profundizar, desde el abismo de su no-saber, hacia aquello desconocido, que no se puede nombrar o que renunciamos a nombrar, viendo de este modo aquello que existe en lo más recóndito de nosotros. Al entrar en la búsqueda callada, renunciamos a dar nombre, a aferrarnos a una forma, para abrazar a todo el ser desde el ser, libre de etiquetas y de sombras acostumbradas. Supone olvidarse de todo para avanzar, sin agarrarnos del brazo de la mente (ese mapa de creencias que programa nuestro recorrido) y así dar un paso sincero, valiente y completo, por esa región sin tiempo que llamamos ‘ahora’, sin antes ni después, nada más que pos

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