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Mostrando entradas de septiembre, 2009

La experiencia del Ser en la meditación

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En la meditación hay una comprensión muy espontánea a la hora de progresar hacia el espacio de la no-mente. Lo primero, es que se disuelve la concepción misma del espacio como limitación de la consciencia. La mente divide y la no-mente multiplica hasta que se abraza la esencia misma de la multiplicidad, esto es, la infinitud. Es por esto que resulta inadecuado hablar, definir, en este ámbito de libertad absoluta. Llamarlo experiencia ya es limitar su contenido, pues toda experiencia requiere unos instrumentos perceptores, que en el cuerpo físico, están limitados a los sentidos, y en el cuerpo mental a los pensamientos. Nosotros percibimos el pensar y nos identificamos con este, pero, ¿acaso conocemos la razón exacta que motiva un tipo de pensar y no otro? Al mirar desde la consciencia, todo proceso tiene su llegar y su partida, sin que obstruya la percepción no motivada del hecho fenoménico. Franklin Merrell-Wolff prefiere llamar a la experiencia del despertar o del nirvana: “Reconoc

La experiencia del amor

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No tiene nada de raro lo que digo: el no ser nada y serlo todo a un tiempo. Robert Adams Ser todo y ser nada al mismo tiempo, así es la experiencia real del amor. En la entrega al todo experimentamos el surgimiento del vacío del ego, que trasciende lo ordinario mostrándose directamente al corazón, a través de un rayo de dicha resplandeciente. Somos nada en la entrega, somos todo al recibir la luz de la sincera apertura. Gratitud, felicidad consciente, al participar de ese amor que todo lo impregna donde no hay átomo que quede fuera de tal experiencia de humilde dicha. Todo está completo, no se puede pedir más, porque la vida está siendo vida, y el corazón late al ritmo de la verdad que proyecta. En el amor no hay petición sino constante ofrenda. No hay condición sino confianza sincera. Hay unión total, sin diferencias. Hay realidad realizada en comunión, sin apariencias. Hay la vivencia del ser en un lance hacia la pura comprensión de que ya no queda nada más por pedir, pu

Pensar en no pensar

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Aquello que la conciencia conoce la mente no puede descifrarlo, a pesar de los símbolos, los mundos del discurso y paradigmas del lenguaje -con los que el pensamiento juega- resulta quimérico nombrar claramente las palabras del espíritu, las letras del aire. La mente es energía constante y cambiante, espejo de la realidad y rostro de la misma. Cuando conseguimos desapegarnos de la mente, verla desde afuera, sin implicarnos y sin que nos implique, llega un acercamiento directo al pensar silencioso, una curiosa paradoja que deja de serlo cuando la voluntad se torna en conjunción de presencia y acto. En la presenciada presencia de nuestra conciencia de estar (voluntad) el acto va encaminado a ser siempre reflejo de la identidad de su ser. Y es en el silencio donde el ser, libre de ilusiones, se conoce a sí mismo; porque está frente a sí mismo, frente al ritmo y la armonía de su potencia originaria, la fuente de su energía naciente y no nacida: su conciencia. Leemos en la Bhagavad Gita: “

La conciencia, luz de todas las cosas

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El tiempo lo toca casi todo, el cuerpo que conocemos hoy está cambiando continuamente, muriendo y naciendo a cada instante. La conciencia es lo que nunca nace ni muere, es aquello que no depende de nada y que sin embargo está en todo. No conviene confundir conciencia con mente y pensamiento, pues estaríamos habitando el territorio del lenguaje, de las diferenciaciones. Hablamos de una conciencia más allá (supraconciencia), ni grosera ni sutil, no hay conceptualización alguna que la abarque, llamémosla únicamente Eso. Escribió el poeta Garcilaso de la Vega, concluyendo uno de sus más bellos sonetos: “Todo lo mudará la edad ligera / por no hacer mudanza en su costumbre”. Pues ya su costumbre es la mudanza, el tiempo, como dijimos al principio, que nos lleva de la infancia a la juventud, a la madurez, a experiencias de nosotros, en definitiva, que en ocasiones, aparentemente, nos muestran que aquello que fuimos dista radicalmente con aquello que somos ahora, al atravesarnos esa “edad li

Manantial de conciencia

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En tu espacio, maestro verdadero que arropa mi destino sin segundo, encuentro resguardo auspicioso para un vivir directo al compás de la verdad. En ti me refugio, asiento mi viveza, entrego mis causas y efectos. Todo uno me doy a la fuente que quita la sed y otorga sus aguas por siempre a la totalidad. Manantial de conciencia, sea tu luz mi única morada.

Vivir el ahora

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Viviendo el momento presente -de forma completa, en plena atención- se logra comprender la eternidad. Cuando sólo hay lo que existe en este momento, nuestra acción se convierte en un no-hacer, en un dejarse llevar, en espontaneidad absoluta. Nos dice el Tao Te King: “Pocas cosas bajo el cielo son tan instructivas como las lecciones del Silencio y tan beneficiosas como los frutos del No-Hacer”. El Tao es el movimiento mismo de las cosas, poniendo la conciencia ahí, sin tratar de mover nada a nuestra manera forzada; y sólo de esta manera es posible fluir con la vida: en la danza espontánea que deviene del instante presenciado en el momento en que sucede, pues no hay otra presencia que el presente. El recuerdo es el camino que toma el olvido una vez que se desvanece el presente culminando su ruta hacia ninguna parte. El recuerdo también es un acto presente que se pone ante nuestros ojos para tomar conciencia de que nada permanece, dejando su huella ser difuminada por el viento del olvid

El conocimiento directo del Ser

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Ya no queda nada por conocer, nada que conseguir mañana. En este mismo momento la libertad está a tu alcance, la conciencia está en ti y puedes descansar en ella, en la infinitud simultánea de la no discriminación, de la no dualidad. Cuando el pensamiento se aquieta surge el verdadero conocimiento, se accede a un grado superior de experiencia directa del conocimiento (vijnana) en el que todo es comprendido a través del contacto con lo real, con lo que es. En el Yoga Vasishtha leemos: “Aquél que comprende que todo el universo no es realmente sino conciencia y permanece calmado, es protegido por la armadura de Brahman; es feliz”. Esta profunda comprensión no se expresa en palabras, su expresión es el cambio mismo de la conciencia, la revolución del ser traspasado por su experiencia directa con la identidad que verdaderamente le expresa. No se trata de negar la realidad ordinaria, tampoco de aceptarla, no es necesaria ninguna actitud, ninguna elección, solamente se trata de ser, de fund

Atman

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El silencio me habla de lo eterno, desvela el no ser entre palabras de aire y su luz me nombra, en la armonía callada del viento, suavizando, anudando la comprensión total de lo incomprensible. Y despierto al misterio y abrazo su conocimiento inabordable, y en ese no saber, en esa nube sin término, descubro que ya nada me queda por conquistar porque soy yo el conquistado, en este rapto de silencio. Porque soy el alma que su reino alumbra sin recelo, entregada, imbuida, en este sueño claro que va a dar a la Conciencia.

La concentración de la mente

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La mente acostumbra a vagar en sus pensamientos, generando actividad, movimiento. Una fuerza, un impulso, quizá llegado del karma, mueve la mente avivando una trayectoria que, como al pedalear un rato la bicicleta y después soltar los pedales, sigue su curso por sí sola. Entonces, si además el trayecto se torna cuesta abajo, el pensamiento, como la bicicleta, se nos vuelve ingobernable, el impacto del freno repentino podría ser desastroso. La mente genera y genera nuevos impulsos, dialoga con ellos, se involucra constantemente en esos monólogos interiores que sacuden la quietud mental, quietud ausente en ese nivel, pero presente en lo más profundo (lo subyacente). El pensamiento es regenerador. Un solo pensar sobra para poner en marcha todo el engranaje del movimiento mental, un nuevo impulso y la velocidad aumenta, el discurso se recobra. Entonces, ¿qué hacemos para instalarnos en la quietud sin conflictos de este tipo? El silencio mental, estable, supone un trabajo excepcional,

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