Antes de Yo Soy. Sobre las enseñanzas de Nisargadatta
Desde sus primeras declaraciones, Nisargadatta nos advierte que este “yo soy” no debe confundirse con el yo personal ni con el ego individual. Se trata de una conciencia no conceptual, previa a todo contenido mental: “Antes que la mente –yo soy. ‘Yo soy’ no es un pensamiento en la mente; la mente me ocurre a mí, yo no le ocurro a la mente” («Yo soy Eso»). Aquí ya se revela una inversión completa del orden habitual: el yo no es un producto de la mente, sino que la mente aparece como una fluctuación dentro del campo más vasto de la conciencia de ser.
Este retorno a la raíz —al ser puro, sin atributo— no es una práctica en el sentido común, sino una forma de estar presente sin esfuerzo, sin dirección, sin deseo. Es el reconocimiento silencioso de lo que siempre ha estado ahí, pero que ha sido velado por la actividad incesante del pensamiento.
Maharaj subraya que el “yo soy” aparece espontáneamente, sin causa ni elección. No se trata de una construcción voluntaria ni de una creación individual, sino de una manifestación inherente al fenómeno de la vida consciente: “Sobre mi pura ‘Absoluteidad’, que no tiene ningún lugar, ni ninguna figura ni forma, vino este conocimiento ‘yo soy’, el cual tampoco tiene ninguna figura ni forma. Por consiguiente, este conocimiento ‘yo soy’ aparece; y es sólo una ilusión” («La medicina última»).
Aquí, el término “ilusión” no debe entenderse como negación ni como algo falso en sí mismo, sino como un fenómeno transitorio que no posee existencia autónoma. El “yo soy”, aunque esencial como punto de acceso al ser real, no es el estado último. Es un umbral, no una meta.
De hecho, Maharaj distingue claramente entre la Absoluteidad —el estado sin forma, inmutable e impersonal— y la aparición de la “yo soidad” como evento. “Esta ‘yo soidad’ es experimentada por usted, lo Absoluto, pero usted no es la ‘yo soidad’” («La medicina última»). Esta distinción sutil es el núcleo del advaita, o no-dualidad: lo que aparece no puede ser lo real, pues lo real no depende de apariciones. Lo real es el trasfondo silencioso e intocado sobre el que el mundo de la experiencia va y viene.
Desde la perspectiva del Advaita Vedānta, esta afirmación refleja una de las enseñanzas centrales del maestro Śaṅkara: la diferencia entre el Ātman, el Sí mismo puro, y el ahaṅkāra, el yo empírico o ego. La "yo soidad" de la que habla Maharaj es una manifestación fenoménica, un vr̥ tti o modificación mental que surge en la conciencia cuando aparece la identificación con el cuerpo y la mente. Pero el Ātman —idéntico al Brahman— jamás se convierte en un objeto de experiencia, ni se ve afectado por lo que aparece o desaparece en él.
El Kena Upaniṣad expresa esta paradoja con claridad: “Yad vāchā anabhyuditam yena vāg abhyudyate, tadeva brahma tvam viddhi, nedam yad idam upāsate” — “Aquello que no puede ser expresado por la palabra, pero por lo cual la palabra es pronunciada, eso ciertamente es Brahman, no lo que las gentes veneran como esto o aquello”. Es decir, lo real no puede ser captado como contenido de la experiencia, porque es lo que permite la experiencia, sin ser ella. Este “permiso” es lo que Maharaj llama lo Absoluto, aquello en lo que surge la “yo soidad” como una función temporal y condicionada, pero que no constituye la esencia de lo que somos.
El aparente sujeto, esa “yo soidad”, es el primer reflejo de la conciencia al manifestarse el universo, lo que en algunos textos se asocia con Māyā, la energía proyectiva que hace posible el mundo fenoménico. No obstante, en Advaita Vedānta, se recalca que Māyā no puede tocar al Brahman, pues este es nirguṇa (sin atributos), nirvikāra (sin modificación), y akarta (no agente). Maharaj retoma esta intuición y la expresa con radicalidad: el Absoluto no tiene conocimiento de sí mismo como “yo”, pues el “yo” es ya una forma, una apariencia en la conciencia, no su origen.
Por tanto, lo real no puede ser lo que cambia, lo que aparece, lo que se nombra o se reconoce como “yo soy esto” o “yo no soy eso”. Lo real es aquello que presencia incluso la afirmación “yo soy”. El testigo, como lo denominan algunas escuelas, pero en su forma más pura: sin atributos, sin intencionalidad, sin relación con objeto alguno. Aquí se desmantela incluso la distinción sujeto-objeto: el Absoluto no “ve” la “yo soidad” como algo separado, sino que simplemente es, sin verse implicado.
Maharaj nos recuerda, en armonía con la enseñanza tradicional de los mahāvākyas (grandes afirmaciones) como “tat tvam asi” (“Tú eres Eso”), que no somos ni el cuerpo, ni la mente, ni siquiera el sentido de “yo soy”, sino eso en lo que incluso ese sentido aparece y desaparece. Reconocer esto no es un acto intelectual, sino una comprensión silenciosa, una disolución espontánea de toda identificación con lo fenoménico.
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