Vida más allá de la vida


¿Queda el impacto eterno del silencio en la herida de la muerte? Nadie sabe y pocos se atreven a contestar. Proponer que exista algo más allá de lo que somos -físicamente- supone aventurarnos a la imaginación, trasladar el intelecto a un campo epistemológico cuya lógica y objetividad conceptual puede superar lo común; e incluso violar la legitimidad de los actos racionales. Pero, ¿qué otra pregunta más importante que esa puede hacerse el hombre respecto a su destino?



La verdadera propuesta filosófica para este siglo XXI, tan crítico para la supervivencia de la especie humana, debería ser esa, esto es, la pregunta por el destino 'postfísico' del ser humano, si es que lo hubiera. Establecer un discurso científico-filosófico sobre las posibilidades de la supervivencia del espíritu en el hombre. Empresa difícil, sobre todo al hablar de discurso científico, pero no por ello irrealizable, teniendo en cuenta la multitud de teorías astrofísicas que los científicos han imaginado superando a los clásicos de la ciencia-ficción.

Estaríamos hablando de la dimensión meta-antropo-física del ser humano. Heidegger condenó al Ser al tiempo que le marca la existencia ordinaria, lo mismo hicieron Nietzsche, Sartre, Ciorán y tantos otros escépticos negativos. Hasta ahora, en general, ha sido la comunidad religioso-espiritual la que ha deseado salvar al hombre de su dimensión temporal prefijada por su condición biológica; y, en la mayoría de los casos han descrito un devenir marcado por premios o castigos, pecados y actitudes morales correctas... poniendo a la altura de chiste una cuestión harto trascendental.

La psicóloga Susan Blackmore ha repetido con gran convicción que no existe la conciencia, que somos seres diseñados para la supervivencia y nada más; algo así como los monos pero con hipotecas y seguridad social. El concepto de Dios y el miedo (dos palabras muy similares) han convertido este tema en una cuestión de buenos o malos, de fe ciega y pueril aferrada a lo ya prescrito por lo supuestamente 'sagrado', quedando implícita la incapacidad de llegar más allá por medio de la razón-intuición como propondría Descartes.

El miedo impide cuestionar lo que una determinada comunidad establece como lo correcto y verdadero. Así, la filosofía occidental del espíritu ha sido un compendio de postulados cristianos o semitas, sin otra finalidad que la defensa de su sistema religioso (incuestionable e indudable).

Quizá la literatura más valiosa a este respecto -por su amplia concepción de la idea de Dios- ha sido la que ha desarrollado la tradición del yoga advaita. Y es ésta, además, la que mejor puede concebir un intelecto sano, no dañado por los prejuicios de su sistema moral y social.

Probablemente, es mi punto de vista, la primera obligación moral del hombre sea la de dudar de toda verdad 'establecida' por todos como 'verdadera' y así tratar de ir más allá, desde un papel en blanco, limpio, libre de márgenes impuestos, para empezar a tachar, emborronar todo lo que pase por nuestra razón lógica-creativa, y quizá salga de ahí, no la respuesta definitiva, pero sí el comienzo de otra pregunta que otra razón lógica-creativa se vea obligada -moralmente- a responder.

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