Meditando el "Sutra del corazón"

Todo está vacío y a la vez no podría estar más completo. La naturaleza del vacío es una comprensión única, “la perfección de la sabiduría” es llamada. Allí, la forma, sensaciones, percepciones, impulsos y conciencia son fenómenos que se presentan como un no-fenómeno, como una extensa realidad silenciosa, no causal.

El efecto con su causa se rinden al estado de imperturbabilidad propia del sabio iluminado. En él la impresión de la flor no puede ser más ni menos que lo que es, captada por completo, en la vacuidad, tan perfecta como imperfecta al mismo tiempo, tan eterna como fugaz.

La realidad de la meditación, conducente al nirvana, produce el sosiego de la extinción y la entrega. Una entrega al todo que nos supera, por eso nos rendimos felizmente a ello. Nos rendimos a las causas y efectos del dolor; y así el dolor se evapora. Nos rendimos a las causas y efectos del apego; y así redescubrimos nuestra naturaleza libre y serena. Asistimos a la liberación de las ataduras, con la ofrenda de la entrega, con la rendición confiada a la verdad que otorga manifestarse.

En esa manifestación del ser el ser es sanado por completo. En su ser que se es sin nada que le falte, con todo lo que la luz de la conciencia anima, desprende y absorbe. En un camino de luz regenerador y purificante.

Pero mucho más o mucho menos que esto, es aquello que “la perfección de la sabiduría” concibe. La enormidad de lo sencillo.

La sutilidad más sutil del aire penetra en la conciencia alimentando al sabio de amaneceres en su instante de realidad genuina y vaciadamente completa.

Solamente una bocanada de aire, como un mantra que penetra en el ser, nos sobra para llenar el corazón de sabiduría inefable. Gate gate paragate parasamgate bodhi svaha.

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