Cuando la mente se rinde, y ya no busca nada a lo que asirse constantemente, experimenta el gozo del silencio, descansa en él sin nada más que quiera alcanzar. Y ahí, rendida pero victoriosa, encuentra al fin su plenitud.
El silencio se esconde entre las ramas como una brisa de aire misterioso. Mi voz lo busca pero no responde. El silencio solo sabe de silencios, pero en esa callada respuesta los sentidos despiertan y los misterios que guarda el corazón resuenan y hablan. El silencio me abraza como un soplo de amor habitando el espacio de presencia. Una presencia que es luz, profunda verdad que no clama palabras para sentirla dentro. Solo un susurro, como una hoja llevada por el viento que el aire acaricia.
Regocíjate en el silencio... Envuelve tu alma en el mantra callado de tu respiración. Toma este nuevo aliento, deja que penetre por todo tu ser, deja que el aire se funda y confunda con tu nombre, que las palabras ya no sean lo que crees que eres, deja que todo se disuelva contigo, en ti, en este momento del que no quieres saber nada, analizar nada... Tan sólo sabes que Es, que está siendo este instante, que se está viviendo como lo único que existe ahora y siempre. Fúndete con lo que Es. No hay otra cosa. No hay mañana, ni dentro de un rato... Fúndete y expándete en el inmenso ahora que te abraza. Siente esta grandiosa llamada de tu Ser. Siente la viveza y la paradoja de experimentar sin querer ser ni saber nada, y tan involuntariamente serlo todo... Entra en esta profunda sabiduría que se funde con una inocente, innacida y desnuda sensación de Ser, como a quien arrojan a un nuevo nacimiento, a un inhóspito paraíso desconocido. Un paraíso, un universo, que te penetra inmenso y be
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