Percibe todo tu cuerpo, tu respiración y el lugar en que te encuentras, sin juicios, sin análisis, nada más que con el único objetivo de observar con inocencia lo que ahora mismo puedes percibir. La vida no debería reducirse a un programa que repetimos cada día, sino que sería preciso valorar el espectáculo de la conciencia que supone. Un acontecimiento que puede ser pasado por alto, distraídos o aferrados al ruido mental, o bien ser sentido como presencia pura y natural, con total apertura a lo que Es. Este es el verdadero acontecimiento de la vida. Ser presencia desde una claridad y apertura amorosa sin otros añadidos; sin pasado ni futuro, en este momento único en que la vida proclama, al vivirla plenamente consciente, que Eres.
Cuando la paz se establece el tiempo se disuelve, solamente existe el eterno ahora, la dimensión sutil del corazón expresándose mediante el soplo de vida. Cada respiración es un baile interno del alma con el mundo entregándose en unidad al ritmo viviente del ahora.
La meditación es tu estado natural. Es un regreso al centro de ti mismo. Un regreso en el que no se ha de recorrer un espacio o tiempo para volver a él. Es un regreso a lo siempre presente. Una toma de conciencia que se abre a lo que hay ahora aquí. ¿Y cómo me relaciono con lo que hay aquí ahora? La mente tiende a reaccionar y a aceptar o rechazar la experiencia según sea de su conveniencia o no. Esto genera una continua lucha interior por vivir la experiencia que deseamos y que proyectamos en nuestra mente. Pero la relación natural con el momento presente es aquella que acoge todo el espacio de la conciencia. Uno está abierto y acepta todo el acontecer de la vida. Aceptar significar tomar conciencia de ello. Negar la realidad, lo que vemos, sentimos, percibimos… solamente añade más conflicto. Aceptar la vida es verla tal cual es, sin añadirle o quitarle nada. La conciencia es un espacio abierto y vacío que permite que todo sea como es. La meditación es la sincronía con es
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