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Mostrando entradas de junio, 2025

Todo es espontáneo

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Hay en el fondo de toda búsqueda espiritual una trampa sutil: la ilusión de que somos sujetos autónomos que pueden alcanzar la verdad, apropiarse de ella y hacerla suya. Pero, hemos de darnos cuenta de que no somos el centro desde el cual emana la experiencia; somos, más bien, la expresión momentánea e impersonal de una totalidad que no se deja poseer. Pensarse como dueño de la propia existencia es aún moverse dentro de los límites del ego, ese artificio que se aferra a la idea de control. Pero la vida verdadera —la que fluye sin nombre, sin medida, sin propósito— no obedece a ese yo construido. Ella se vive a sí misma a través de nosotros de forma espontánea.  De ahí que el despertar no consista en alcanzar algo nuevo, sino en deponer el artificio del dominio. No se trata de ganar claridad, sino de dejar de interferir. Cuando el yo cesa de imponer su narrativa, la vida revela su unidad silenciosa, más allá de la dualidad entre sujeto y objeto. Habitar esta comprensión no es retira...

La quietud que todo lo sana

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  Hay un momento en el que ya no queda nada por hacer. Donde el pensamiento se cansa de girar en círculos y el corazón, extenuado, deja de buscar. Ese momento, lejos de ser una derrota, es una puerta. Es la entrada silenciosa al espacio donde todo se ordena de nuevo. En esa quietud, sin esfuerzo, empieza a emerger algo más profundo: una inteligencia sin palabras, una calma que no necesita explicación. No es que el mundo cambie; cambias tú. Y al cambiar tú, tu mundo se vuelve habitable. Sueltas todo lo que no necesitas, te vuelves más vacío y ligero, dejas que el ego se transforme en un testigo silencioso, en una presencia serena. A veces creemos que sanar es entender, explicar, arreglar. Pero lo que más cura no es el análisis, sino la presencia. Estar sin juicio. Estar con lo que hay. Estar sin querer que sea distinto. Dejar que la emoción se despliegue y se disuelva por sí sola, sin que el ego la manipule. En ese acto de presencia amorosa, las heridas encuentran su cauce y la ment...

La ligereza del soltar

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Nos hemos pasado la vida resistiendo. Resistiendo al dolor, a la pérdida, a la incertidumbre, e incluso a la alegría cuando se siente demasiado inmensa. En el intento de controlar lo incontrolable, hemos tejido una red de tensión que nos atrapa en un estado constante de lucha. Pero ¿y si la salida no fuera luchar más, sino soltar? Soltar no es renunciar. Es confiar. Es dejar de empujar contra la corriente y flotar en la dirección de lo real. Es permitir que las emociones surjan como olas, sin juzgarlas, sin reprimirlas, sin aferrarnos. Cuando soltamos, no estamos perdiendo nada. Estamos volviendo al espacio interno donde nada falta. La verdadera transformación no se logra por el esfuerzo del ego, sino por su rendición. Es en la entrega donde emerge la ligereza. Como el globo que asciende al dejar caer lastre, así el alma se eleva al dejar ir sus cargas invisibles: la culpa, la ira, el miedo, la necesidad de tener razón. No se trata de cambiar el mundo, sino la forma en que lo habitamos...

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